La medida más importante para la prevención es la vacuna. Generalmente los lactantes están protegidos del sarampión durante los primeros seis meses de vida debido a la inmunidad que les transmiten sus madres. La mayoría de los niños reciben la vacuna del sarampión como parte de la vacuna triple vírica, que protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola, o la vacuna MMRV (que protege contra el sarampión, las paperas, la rubéola, la varicela), que se administra entre los 12 y los 15 meses de edad y de nuevo entre los cuatro y los seis años.
La vacuna del sarampión no se suele administrar a lactantes de menos de 12 meses. Pero, si se declara una epidemia de sarampión, se puede administra la vacuna a niños de 6 a 11 meses, como ha determinado el Ministerio.
Esta vacuna no debería administrase a mujeres embarazadas, a niños con tuberculosis activa sin tratamiento, leucemia u otros cánceres, ni a personas cuyo sistema inmune está deprimido por cualquier razón. Tampoco debería indicarse a aquellos niños que tengan antecedentes de graves reacciones alérgicas a la gelatina o al antibiótico neomicina, ya que existe el riesgo de que presenten reacciones graves a la vacuna.
¿Cómo se trata?
Como está provocado por un virus, no hay tratamiento específico y el virus debe seguir su curso. Es fundamental el diagnóstico rápido, y también el reposo y la hidratación (se debe ingerir abundante líquido). Los síntomas del sarampión suelen durar aproximadamente dos semanas.
Un niño que tiene sarampión debe ser vigilado de cerca. A veces, el sarampión puede llevar a otras complicaciones, como otitis, diarrea, pulmonía y encefalitis (una infección grave de cerebro), que puede requerir antibióticos u hospitalización.
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